Diferencias y relación entre sistema político, régimen político,
sistema electoral y sistema de partidos
Antes de
especificar las diferencias y la relación entre sistema político, régimen
político, sistema electoral y sistema de partidos, es preciso delimitar
brevemente cada uno de los conceptos mencionados:
Sistema político: Término usualmente
utilizado para designar la plasmación organizativa del conjunto de
interacciones estables a través de las que se ejerce la política en un contexto
limitado (Garvía, 1998, p. 116).
Régimen político: Por régimen político se entiende el conjunto de las
instituciones que regulan la lucha por el poder y el ejercicio del poder (Bobbio
et al., 1997).
Sistema electoral: Conjunto de reglas y
prácticas que configuran los procesos electorales transformando votos en
puestos institucionales. Dicho de otra forma, es el conjunto de medios a través de
los que la voluntad de los ciudadanos se transforma en órganos de gobierno o de
representación política (Valdés, 2001, p. 9).
Sistema de partidos: Conjunto de
interacciones estables que se crean entre los distintos partidos políticos
significativos de un ámbito territorial y que da lugar a un modelo determinado
de funcionamiento del sistema político en su conjunto (Garvía, 1998, p. 112).
Establecidas
cada una de las definiciones de los conceptos citados, observamos que todos están
interrelacionados. Así pues, puede especificarse una relación entre cada uno de
ellos, tal y como se observa en el siguiente esquema:
Por lo tanto, y
como se ha indicado, existe una interrelación entre todos los términos. De esta
forma, contemplamos dos conceptos que en un primer momento pueden parecer el
mismo, pero que, analizándolos más profundamente presentan pequeños matices que
los diferencian. Es el caso del sistema político y el régimen
político. Ambos son términos similares por cuanto aluden a la
estructura y al funcionamiento de los poderes públicos. Pese a esto, vienen a
designar la misma realidad pero con distintas connotaciones ideológicas,
dinámicas y teóricas, ya que si atendemos a sus definiciones vemos que la
noción de sistema no se refiere aisladamente a las instituciones de gobierno o
al resto de actores políticos que inciden sobre ellas, sino a la
interdependencia del conjunto a partir de la idea de proceso político. Así
pues, aunque señalan la estructura del poder, visualizamos que el régimen político hace referencia al
conjunto de instituciones (o estructura constitucional) que regulan el
ejercicio del poder, mientras que el sistema
político alude a la organización de tales instituciones.
Por otro lado, y
atendiendo de nuevo al sistema político,
observamos que éste se relaciona con el sistema
de partidos y el sistema electoral,
siendo éstos últimos también aliados.
Basándonos en la
relación entre el sistema político y el sistema de partidos, son los sistemas de partidos quienes a
partir de las interacciones entre los partidos establecerán un determinado
funcionamiento del sistema político. De la misma manera, es el sistema
electoral quien por mediación del sistema de partidos y sus partidos
políticos ejerce una influencia sobre la vida política o sistema político de un
país. “Casi se podría distinguir una influencia directa (tal sistema electoral
impulsa tal organización de los partidos) y una indirecta (la organización de
los partidos engendrara particularmente por el sistema electoral, trae
aparejada una determinada forma de vida política)” (Duverger, 1992, p. 37).
Asimismo,
el sistema
electoral tiene influencia significativa sobre el tipo de sistema
de partidos que se desarrolla. De este modo, encontramos el sistema de
mayoría simple, que sitúa generalmente a los electores de un distrito ante una
clara alternativa entre dos partidos, uno orientado a la izquierda y otro a la
derecha, o los sistemas de representación proporcional que alientan la
formación de varios partidos políticos que generalmente reflejan las
diferencias políticas e ideológicas presentes en la sociedad.
De igual forma, según
Leonardo Valdés (2001):
Son
los sistemas de partidos,
representados en los órganos parlamentarios a través de diputados y senadores,
los que deciden si una fórmula electoral debe conservarse o modificarse. Antes
de hacerlo, los parlamentarios evalúan los posibles efectos mecánicos y psicológicos
de una determinada fórmula y, bajo condiciones óptimas, buscarán que beneficie
a su partido; por ningún motivo aceptarán que lo perjudique. Ésta es la ilusión
del legislador, ya que el efecto de un sistema
electoral sobre la conformación de los órganos de representación
política y la constitución de un sistema de partidos depende, en última
instancia, de los ciudadanos. Son los electores quienes deciden cuál o cuáles
partidos deben de tener mayoría en los órganos de representación, a veces
previendo los posibles efectos de los sistemas electorales, o simplemente
valorando la posición ideológica, el desempeño gubernativo y las propuestas
programáticas de los institutos políticos. (p. 43)
Por lo tanto,
los sistemas de partidos deciden los
procedimientos o fórmulas electorales del sistema electoral, pero es el sistema electoral quien a través de los
ciudadanos o electores decide la composición del sistema de partidos y, qué partidos
deben tener mayoría en los órganos de representación que determinarán el
funcionamiento del sistema político.
Establecida la
relación entre sistema político, sistema de partidos y sistema electoral,
conviene destacar las diferencias que entre dichos términos existen: el sistema
electoral es el conjunto de interacciones entre los distintos partidos,
mientras que el sistema político, como se ha señalado anteriormente, es la
organización de las interacciones a través de las que se organiza la política
de un país, incluyendo por lo tanto la organización de las interacciones entre
partidos. Respecto al sistema electoral,
vemos que se trata del conjunto de normas y procedimientos que se llevan a cabo
para la elección de tales interacciones y su organización.
Finalmente,
centrándonos en la relación entre sistema electoral y régimen político, y la de
éste último con el sistema de partidos, vemos que el sistema electoral es un elemento primordial para caracterizar
al régimen político junto al sistema de partidos, ya que a través
de éste se establece la elección de los partidos políticos y, por lo tanto, de las instituciones que regulan la lucha por el poder y
el ejercicio del poder.
De este modo, contemplamos la diferencia entre dichos
términos, refiriéndose así el sistema de
partidos a las interacciones entre los partidos políticos, el sistema electoral a los procedimientos
de elección de los mismos y, el régimen
político al conjunto de instituciones que regulan el ejercicio del poder,
incluyendo entre las mencionadas a los partidos políticos.
Significados
que se pueden atribuir al concepto de democracia
La democracia
es un concepto nacido en Grecia para definir la forma de gobierno donde la
autoridad se ejerce por una mayoría de los miembros de la comunidad política.
Aún así, conforme han avanzado los tiempos, dicho término ha adquirido nuevas y
distintas connotaciones, por lo que con él, según Mercedes Ávila (2000):
Nos podemos referir a un conjunto
particular de instituciones y prácticas políticas, un cierto cuerpo de
doctrinas jurídicas, un orden económico y social, un sistema que asegura el
logro de ciertos resultados deseables, una serie de valores que deben
garantizarse a través de instituciones, un proceso singular para la toma de
decisiones, etc. (p. 55)
Así pues, pueden atribuirse distintos significados al
concepto de democracia que se exponen a
continuación:
Democracia
ateniense:
“En la democracia ateniense, los ciudadanos reunidos en asamblea
constituían el gobierno, de tal forma que gobierno y ciudadanos eran una y la
misma cosa. A esta forma de democracia se la llamó después democracia directa”
(Ávila, 2000, p. 56). Así pues, tal y como indica Aristóteles en su Política, la democracia ateniense es
aquella donde libres y pobres tenían el control del poder, considerando por
otro lado la libertad como parresía o
libertad de palabra. Sin embargo, su
significado no la define con exactitud, pues no todos los habitantes de Atenas
tenían la posibilidad de intervenir en la vida política de la polis. Teniendo
en cuenta la división de la sociedad, solo los ciudadanos varones podían
participar con todos los derechos en el sistema político que ellos mismos
habían organizado.
Democracia
liberal y representativa:
La democracia liberal y representativa se basa en las
libertades individuales y en la defensa de la esfera privada: con el aumento de
los ciudadanos y de la división del trabajo se introduce una mayor
heterogeneidad social y cultural, lo que da lugar a intereses y formas de vida
diferenciadas.
Por otro lado, en la democracia liberal y
representativa la vida social se estructura en dos ámbitos diferentes: el
público, que regula los asuntos concernientes al interés general, y el
individual, en el que cada cual decide sobre sus intereses particulares, y en
el que se disfruta en privado del
bienestar y el reposo que ofrece la vida en las sociedades modernas.
Pese a todo ello, la característica más definitoria de la democracia
liberal, además de la de un gobierno o un poder limitado y la responsabilidad
de los que ejercen el poder, es la del gobierno ejercido por medio de
representantes libremente elegidos entre una pluralidad de candidatos. “Las elecciones son, por tanto, un elemento
imprescindible en una democracia liberal” (Ávila, 2000, p. 58), motivo por el
que las democracias liberales y representativas se consideran aquellas que se
limitan a un mero procedimiento de selección de élites dirigentes.
Democracia
actual:
La democracia actual se caracteriza por ser un régimen
que hace posible articular el pluralismo social y que periódicamente organiza
consultas universales de las que emanan los poderes públicos que toman
decisiones. Dependiendo del énfasis que se dé al principio de consenso entre
los diferentes grupos políticos o al principio de mayoría, estos regímenes han
subrayado más o menos el respeto a los derechos fundamentales y la división de
poderes que, en todo caso, deben también estar presentes en toda democracia.
La democracia actual, aún siendo tan imperfecta que es
preferible denominarla como mera poliarquía, no es un régimen
caracterizado sólo por el respeto a unas formas. Aunque no prejuzgue los
resultados sustanciales a que puede llevar, lo cierto es que el simple hecho de
otorgar el gobierno del pueblo a
dirigentes designados y controlados por él,
hace que éstos se esmeren en satisfacer las demandas de aquél.
En la democracia actual se combinan el respeto a los
procedimientos, con la formación de políticas que persiguen satisfacer las
demandas de amplios segmentos del electorado, al tiempo que se permite la
existencia de contrapoderes institucionales y de una oposición política.
Así pues, la democracia actual es aquella en la que
“el pueblo” elige a un gobierno, y este gobierno será el que defina los
problemas y decida sobre las distintas cuestiones (Ávila, 2000, p. 60).
De esta forma, comprobamos dos dimensiones que caracterizan la mencionada democracia: la
participación y la representación. Además, para que se de una democracia real,
deben darse cinco condiciones: la participación de todos los ciudadanos en los
procesos de toma de decisiones, la igualdad del voto en el momento de adoptarlas, el acceso a la información para poder elegir
entre las distintas opciones, el control por parte de los ciudadanos de los
asuntos que deben ser incorporados a la agenda pública de debate, y la
inclusión de todos los adultos en los derechos de ciudadanía.
Finalmente, pueden señalarse otros dos significados de
democracia: la democracia orgánica y la democracia cristiana.
Democracia
orgánica:
Aunque convencionalmente la democracia se define en
oposición a los autoritarismos, el atractivo del término ha llevado a que, a
menudo, las dictaduras fascistas y comunistas se bauticen con las
denominaciones de democracia orgánica o popular.
Así pues, y en el caso de España, la democracia
orgánica se define como aquel término acuñado para calificar la supuesta
naturaleza democrática de las instituciones representadas en las Cortes
franquistas: familia, municipios y sindicato vertical. Respondía a la
construcción corporativa del Estado fascista.
Democracia
cristiana:
Concepción político-social, remotamente inspirada en
las ideas de Tomás de Aquino, originada en la Europa continental como reacción
a la adaptación del nacionalismo y, sobre todo, del socialismo de masas. En el
tránsito entre los siglos XIX y XX, ante la difusión del movimiento obrero y el
paralelo declive progresivo de la Iglesia católica, ésta comienza a impulsar a
través de encíclicas papales un papel político, educativo y sindical más
activo. Pretendía así adaptarse a la democracia, reconquistando el protagonismo
que históricamente había tenido hasta la irrupción en Occidente de la
anticlerical Ilustración.
Bibliografía
- ACE project. (2014). Enciclopedia, Efectos del sistema electoral en el sistema de partidos. Recuperado de http://aceproject.org/ace-es/topics/pc/pcc/pcc04/pcc04c
- Aristóteles. (1986). Política. Madrid:Alianza.
- Ávila, M. (2000). La democracia en la sociedad organizada. Barataria Revista Castellano-Manchega de Ciencias Sociales, 2-3, 55-61.
- Bobbio, N., Matteucci, N., y Pasquino, G. (1997). Diccionario de Política. México: Siglo Veintiuno Editores.
- Castaños Escobar, S. (2012). Sistema político y régimen político. Medellín: Facultad de Ciencias Políticas.
- Duverger, M. (1992). Influencia de los sistemas electorales en la vida política. En A. Batlle (Ed.) Diez textos básicos de ciencia política (pp. 37-76). Barcelona: Ariel.
- Garvía, R. (1998). Conceptos fundamentales de Sociología. Madrid: Alianza.
- Ministerio de Educación. Gobierno de España. (n.d.). Grecia: fundamentos de la cultura Europea. Recuperado de http://iris.cnice.mec.es/kairos/ensenanzas/eso/antigua/grecia_06_00.html
- Valdés, L. (2001). Sistemas electorales y de partidos. México: Instituto Federal Electoral.
* Esta entrada también puede visualizarse en versión original:
No hay comentarios:
Publicar un comentario